(Fundación Sueño Vigilia Colombia)

 

El insomnio se ha vuelto una queja tan común en todo el mundo que estudios epidemiológicos indican que entre el 30 y el 35 por ciento de los adultos asegura tener dificultades para dormir; de ese total, entre el 10 y el 15 por ciento sufre insomnio crónico, y, aun así, este problema de salud sigue careciendo de suficiente reconocimiento.

 

El dato se acerca a lo que ocurre en el país. De acuerdo con los últimos estudios sobre el tema, el 25 por ciento de los colombianos tiene insomnio y alrededor del 10 por ciento presenta un tipo grave de esta alteración, que requeriría ser valorado por un especialista.

 

“Sin embargo, menos del 1 por ciento recibe tratamiento adecuado”, dice Franklin Escobar, somnólogo, presidente de la Fundación Sueño Vigilia Colombiana.

 

“Una de las razones es que, con frecuencia, la falta de sueño es considerada por muchos médicos más un síntoma que una enfermedad en sí misma”, advierte la Asociación Mundial de Medicina del Sueño, que desde el 2008 promueve la celebración del Día Mundial del Sueño, para crear conciencia sobre un problema que afecta seriamente la salud.

 

No ayuda el hecho de que, por cuenta del agitado ritmo laboral, educativo y social, en las últimas décadas la gente le haya restado importancia al buen dormir y reduzca esos espacios de descanso para cumplir con un mayor número de tareas.

 

“Al hacerlo, logran el efecto contrario: por lo general, tienen jornadas diurnas de mala calidad, se sienten irritables o de mal genio, sufren dolores de cabeza matinales y hasta les cuesta concentrarse y recordar cosas sencillas”, dice Miguel Dávila, neurólogo y especialista en sueño.

 

A tal grado puede afectar el organismo que, de acuerdo con investigadores de la Universidad de Princeton (Estados Unidos), entre las complicaciones que genera el mal dormir se incluyen la baja en las defensas del cuerpo, los problemas cardio y cerebrovasculares y el envejecimiento precoz.

 

El problema no para ahí: quienes duermen menos de seis horas por noche, por insomnio o autoprivación del sueño, son un 12 por ciento más propensos a fallecer de muerte prematura que aquellos que descansan entre seis y ocho horas al día.

 

A esa conclusión llegaron científicos de la Universidad de Warwick (Reino Unido), en colaboración con la Facultad de Medicina Federico II (Italia), tras revisar 16 estudios hechos en todo el mundo, y que incluyeron a 1,3 millones de personas, que fueron seguidas durante 25 años. Su trabajo fue publicado por Sleep, el año pasado.

 

No conciliar el sueño, despertarse varias veces por la noche o no dormir lo suficiente tiene, además, consecuencias personales, sociales y laborales inmediatas.

 

José Darío, comunicador de 34 años, describe el episodio de insomnio que sufrió hace dos años como “una de las peores experiencias” de su vida:

 

 

“Empecé a desvelarme por cosas coyunturales, como viajes, compromisos y preocupaciones; de repente, la falta de sueño, que era espaciada, empezó a repetirse todas las noches… Me desesperé cuando, a pesar de probar y mezclar esencias florales, valeriana y hasta relajantes musculares para conciliar el sueño, nada servía… Si dormía, no eran más de dos o tres horas”, dice José, para quien trabajar al otro día en ese estado de fatiga, aburrimiento e irritabilidad era una pesadilla.Cuando las noches dejaron de ser sinónimo de descanso para convertirse en jornadas angustiosas en las que veía pasar las horas sin poder conciliar el sueño, consultó con un médico: “Me recetó un medicamento para regular los niveles de melatonina, que es como la hormona del sueño, en el cerebro… Me desplomaba a los cinco minutos de tomármelas; lo malo es que al día siguiente me sentía como un zombi”.

 

La crisis duró dos meses y requirió de un esfuerzo consciente de su parte para recobrar el gusto por la hora de ir a la cama y para vaciar su mente a la hora de acostarse.

No todos los insomnios son iguales

Según expertos, el insomnio se clasifica, en primer lugar, por su duración. Si es de pocos días, es ocasional o transitorio; si dura hasta cuatro semanas, es de corta duración, y es crónico o de larga duración si supera el mes.

Es el de mayor consulta. Entre los factores que lo desencadenan están las situaciones de estrés emocional agudo, la presencia de ruidos fuertes (vivir junto a discotecas, por ejemplo) o sentir calor excesivo. También ocurre en quienes cambian de clima de forma abrupta y en viajeros con desajustes de horario jet-lag.

Sus causas son el estrés producido por problemas familiares o laborales o crisis económicas y enfermedades, en general. La prevalencia de este trastorno en pacientes hospitalizados es cercana al 80 por ciento.

Entre un 10 y un 20 por ciento de los afectados por insomnio tiene un cuadro clínico severo y crónico, causado por estrés emocional crónico. La mitad de los insomnes crónicos sufren de ansiedad y depresión o consumen sustancias psicoactivas; la otra mitad padece trastornos específicos del sueño, como la apnea obstructiva (suspensión abrupta de la respiración).

 Es propio de personas que se quejan de no poder dormir, aun cuando los exámenes indican que no sufren alteraciones neurológicas o psiquiátricas. Suele pasar porque los sistemas inductores de la vigilia o estados de alerta en estas personas están muy activos.

Ocurre en quienes sí duermen, pero se quejan de que no pueden hacerlo. Según expertos, esta idea puede ser de características hipocondríacas, obsesivas e incluso delirantes.

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