Hundido en sus pensamientos, el capitán Ben no había visto que una nube espesa en forma de sacacorchos se estaba formando en el horizonte.
El único que detectó la nube fue naturalmente quien tenía más cerca al gato.
Hizo gestos desesperados señalando hacia el este pero nadie lo miraba en ese momento.
La primera ráfaga de viento furioso encontró a todo el mundo bajo cubierta, entretenidos con el pedicuro que era el capitán por la cantidad de patas de palo que había a bordo.
Recién cuando empezaron a sonar los baúles, un marinero turco se asomó por la escotilla. Quedó helado de pavor.
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El día se volvió de noche! – gritó.
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Es la hora de la cena! palmoteó uno esperanzado.
Pero no. Era una tormenta de la hostia. El cielo estaba tapado de negrura y ráfagas huracanadas azotaban el barco con bravíos escobazos.